lunes, 26 de febrero de 2018

Sergio Moreira




Averno merece comentarse por algo más que por ser la primera co-producción entre Bolivia y Uruguay; es una de las pocas veces que el cine latinoamericano se atreve a entrar en el mundo de lo fantástico pero con nuestro propio lenguaje. Hay mucho de la cosmogonía andina y aún así hay mucho que nos remite a lo ya conocido por nosotros. Con referencias a muchos filmes (un claro ejemplo del amor por el cine de su director, Marcos Loayza), entre los que podemos ver Los guerreros de Walter Hill o incluso a Laberinto, aquella maravilla de Jim Henson con Jennifer Connelly y David Bowie.
En Averno se narra el viaje de un lustrabotas por este lugar, en la búsqueda de su tío músico. En este recorrido hacia el averno, pasa por varias estaciones y en cada una de ellas hay situaciones muy oníricas, algunas mucho mejor logradas que otras, en un in crescendo que lo llevará a enfrentarse con un ser para poder recuperar a su abuelo. Las locaciones construidas para la ocasión, así como la fotografía del uruguayo Nelson Wainstein, valen mucho el visionado del filme, así como la mano de Loayza en algunas secuencias magistrales, como su encuentro con dos guardias que terminarán luchando entre sí, la llegada a una cantina donde la gente camina con sus pies hundidos en litros de cerveza o los guardianes con delay. Un filme extraño pero interesante, a quien alguien por allí lo comparó con la brasileña Macunaíma o con el realismo mágico (que algo de eso tiene).

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