jueves, 1 de febrero de 2018
Paz Padilla
Para llegar al Averno hay dos caminos posibles, uno por las calles de La Paz y el otro por su memoria. Son dos caminos diferentes y los he recorrido ambos. En el primero me deleité reconociendo personajes y lugares y en el segundo percibiendo sus miserias, esas que los hacen únicos, que les dan vida mientras buscan la muerte. Ese es el viaje al Averno, un viaje a la muerte para renacer. En cada escalón vas muriendo un poco pero también vas camino al amanecer. Camino a la vida. Debo reconocer que, a pesar de haber recorrido mucho tiempo sus calles, no la conocía completamente. En La Paz le vi el rostro a la muerte disfrazada de policías y militares, pero ahora he podido verle ese otro rostro, ese que se oculta en la noche y que está habitada por fantasmas, esos fantasmas que enfrenta Tupaj en busca de su ser interior. De su otro yo. Hagan el viaje, pero no se queden solo en las calles de La Paz, o en sus personajes caricaturescos, sino que atrévanse a sentir en la piel ese aire frío que desnuda todas nuestras miserias y nos impele a superar aquellos miedos que nos atan a la otredad.
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