martes, 28 de agosto de 2018

Andrés Schinocca

De Hades a Supay o en busca de un cine sincrético. Averno (2018), de Marcos Loayza


Tupah, el joven lustrabotas que protagoniza esta historia, se embarca en una peripecia metafísica para encontrar y rescatar a su tío de las garras del inframundo. Para esto, su mundo se enrarece, le surgen amenazas  concatenadas en la geografía de una ciudad laberíntica.  A medida que la noche es más profunda, también se hacen más profundos los  antros en los que Tupah debe sumergirse.  Siempre seguido por una cámara con conciencia propia como impulsada por una fuerza divina, la cual adopta angulaciones exacerbadas, movimiento oscilante y encuadres enrarecidos. En este vértigo se plantea la película.  En un argumento simple, Loayza decide narrar a partir del campo semántico de la mitología inca o andina. Pero el relato en general no solo se abastece de esta simbología sino que se propone narrar con procedimientos modernistas, y no solo porque el cine en sí es el arte de la modernidad. Con un sonido ominoso, composiciones, situaciones y personajes del orden de lo  onírico, y con un montaje que abusa del falso raccord para construir y deconstruir  espacios laberínticos, podemos reconocer una influencia de las vanguardias de principios de siglo pasado, en especial el surrealismo.
En este marco Tupah se sumerge al mundo de los muertos, bajo una motivación poco consistente como una amenaza indeterminada por parte de un supuesto gánster. Si él no encuentra a su tío para el amanecer, sufrirá alguna represalia por parte de este gánster aparentemente ligado con la policía, a pesar de que en el transcurso de su aventura sufre amenazas, no solo extraordinarias sino también temerarias. De esta manera, con ciertas arbitrariedades argumentales, la película adopta un régimen casual, propio aunque no excluyente, del relato surrealista.
Dentro de esta idea de lo arbitrario o lo casual, podríamos ubicar la intención de narrar desde un cierto sincretismo.  Un sincretismo que aparenta ser tanto narrativo como cultural y mitológico.  Por un lado, la tradición de pensamiento occidental basada en la  mitología grecolatina, colisionando con la mencionada mitología andina. Loayza decide nombrar a la epopeya de Tupah, utilizando una palabra de origen latino que refiere al territorio que pertenece a los muertos. Averno, es el Reino de Hades para los griegos, o de Plutón para los romanos, o en caso de la mitología andina, podríamos relacionarlo con la deidad denominada Supay. La película toma el nombre que le designan los latinos, Averno y no Uku Pacha. A su vez que la peripecia de Tupah se organiza en distintas pruebas a resolver y enemigos como demonios dantescos a los que debe sobreponerse, la película está plagada de procedimientos y elementos que responden más a una escuela de vanguardia de entreguerras o al policial americano. Incluso utiliza, como dijimos, una estructura laberíntica y hasta un Minotauro que persigue a Tupah, figuras propias de la mitología griega. Sobre el final, previo a entrar en El Averno (bar "underground" que simboliza el inframundo), se le aparece en el camino a Tupah, un hombrecillo con rasgos anfibios que menciona al Jampatu, un demonio para la mitología andina, como también menciona a Hades. A su vez, lo interroga para permitirle el paso cual quimera griega. 
De aquí la propuesta del sincretismo, que no es la simple mezcla sino una amalgama, una doble copia de estas tradiciones. Producir algo de este enfrentamiento cultural y mitológico.
La cuestión aquí será pensar en si ésta doble copia o amalgama es posible cuando se plantea en un territorio parcial, como lo es el cine. Incluso pensándolo desde el punto de vista de nuestro mismo idioma. Aquí se complejizaría la cuestión ya que nos aparecería la oposición entre sincretismo o contradicción.  Generar algo nuevo a partir de la colisión simbólica o limitarse a utilizar imágenes y símbolos  de una mitología, una tradición, una cultura, para adornar un conjunto de elementos pertenecientes a otra tradición, que juntos compondrían una película. 
La diferencia podría residir en la intensidad. Para concluir, me voy a tomar el atrevimiento de establecer una analogía con un concepto del campo de la repostería. Equiparar densidades. Para hacer cremas mixtas o combinables, y en general cuando se usa gelatina para darle una consistencia determinada a la crema, es muy importante que la cantidad de gelatina necesaria para tal o cual receta, no sea introducida sola y de una vez a la preparación, ya que de esta manera solo nos quedarían grumos aislados con la consistencia deseada. En cambio hay que introducir una pequeña porción de la preparación a la gelatina líquida para poder mezclar y una vez integrado, introducir, ahora sí, esa mezcla a la preparación, ya con las densidades equiparadas. De esta manera la gelatina y la preparación se harían uniformes.   Se me dirá que no hay recetas para el cine, o la expresión. Puede ser, pero no creo que lo contrario a esto sea el sinsentido, más bien creo que si no hay recetas, hay conceptos. Tal vez nos sirva esta analogía para pensar, tal vez no.  Es una buena encrucijada en la que nos deja Averno.   
Andrés Schinocca

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