miércoles, 29 de agosto de 2018

Matias Orta

Al margen de un nombre fuerte como el de Jorge Sanjinés, el cine boliviano sigue siendo un plato una perla a ser desenterrada, incluso en el circuito de festivales. La reciente Viejo Calavera, de 2016, permitió conocer un poco más de su producción actual. Averno es un nuevo exponente.
Tupah (Paolo Vargas), un joven lustrador de zapatos, recibe un misterioso encargo: encontrar a su tío Jacinto, un músico desaparecido hace tiempo. Será el comienzo de una búsqueda en la que se mezclan realidad y fantasía, leyendas andinas y mitos bíblicos, el mundo de los vivos y el de los muertos.
Desde la primera escena, que consiste en una pesadilla de Tupah, Averno emprende la misión de combinar diferentes elementos en el marco de una historia de aventuras con momentos de humor, ambientada durante una noche repleta de peligro, seducción y misterio. El protagonista interactúa con las versiones más terrenales de seres mitológicos como Lari Lari (una bestia perteneciente al folklore del altiplano), el minotauro y diferentes tribus y entidades mágicas. La estructura del guión -Tupah salta de un ámbito a otro- remite al mito de Orfeo y al de clásicos cinematográficos del calibre de Los Guerreros, de Walter Hill (se presentan varias pandillas, cada una con una identidad propia), que a su vez está inspirada en la Anábasis de Jenofonte.
La película también significa el regreso al cine de Marcos Loayza, que desde los ’90 se convirtió en un referente del cine boliviano. Cuestión de Fe, de 1995, su ópera prima, le valió toneladas de premios, y luego vinieron Escrito en el Agua (de 1997, filmada en Argentina), El Corazón de Jesús y Las Bellas DurmientesAverno es una de sus propuestas más ambiciosas, y también de corte fantástico, donde los elementos más estrambóticos se van confundiendo con la vida real.
El único defecto reside en la poco expresiva actuación de Paolo Vargas y en el desparejo desempeño de los intérpretes en general; más de una vez amenazan con atentar contra el equilibrado tono del film.
Aún con sus imperfecciones, Averno es una propuesta interesante gracias a la pericia de Marcos Loayza para crear un cóctel de elementos y referencias que conviven de una manera fascinante y entretenido, haciendo equilibrio en el límite entre el ridículo y la pretensión artística.  A su vez, permite conocer un punto de vista único acerca de aquellas criaturas y parajes que enriquecen la cultura de Bolivia y del mundo.


© Matías Orta, 2018 | @matiasorta


the mags


14 de enero de 2018
  
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Marcos Loayza podría haberse limitado a hacer una simple celebración de tradiciones y relatos urbanos. La enésima y genérica aproximación a Viscarra disfrazada de "cine independiente" o "cine social" sin mucha más sustancia ni novedad y hubiera salido bien parado; por que fuera de las aulas de las facultades, el experimento todavía es "novedoso" y más o menos inusual de cara a un público que en cuanto a cine nacional se refiere y con pocas excepciones en los últimos años, está acostumbrado a ver la futilidad hecha largometraje: cine "popular" que bebe más de lo peor que se produce en Perú o México que de reconocidos autores (y ya ni hablar de plasmar nuestra esencia y cultura, o tener la más mínima ambición artística).

Pero Marcos Loayza ha dicho "FUCK IT" como sólo un autor lo podría hacer y ha construído una fábula fantástica que no se corta ni se contiene a la hora de desplegar un imaginario prácticamente inabarcable. Decir que es rico en referencias es quedarse corto. Loayza ha triunfado donde (por citar el primer bodrio que se me ha ocurrido) David Ayer a fallado épicamente con Bright. Ha fusionado PERFECTAMENTE la ciudad, nuestra pinshi ciudad maravilla, con los tugurios de nuestras tradiciones para crear UN MUNDO NUEVO que no deja de ser 100% nuestro y al mismo tiempo distinto, surrealista, onírico y atemporal. Donde reconocemos muchos lugares y al mismo tiempo se nos revelan como escenarios que nunca hemos pisado. Nada desestimable ventaja del cine que ya quisieran las 8 artes restantes, y que se aprovecha categóricamente en la película. En Averno hay incluso potencial de franquicia.

Hablemos técnicamente: La dirección de arte es magistral y la fotografía es espléndida. Averno se ve beneficiada por una atmósfera visual irrepetible e inédita en la pantalla grande. Cada toma está hecha con mimo, "con cariño" como diría un colega artista. El presupuesto es risible comparado a las cifras que se manejan en Hollywood (incluso en el cine "endeeehh") y aún así luce más pro que tantas Oscar-bait de usar y tirar que salen cada año. Gran falencia (o virtud para algunos, hay gente para todo) de otras propuestas nacionales es que no se logra (o ni se intenta) disimular ésto y a los 5 minutos uno ya está fuera de la película. En Averno no es que le hayan sacado el jugo al budget; es que han hecho que parezca la primera gran super-producción boliviana a punta de ingenio y arte. Averno es una de las películas bolivianas con factura técnica más impecables de todos los tiempos. "Gorgeous looking" diría Chris Stuckman y se quedaría corto.

Continúa en la zona spoiler pero sin spoilers.


Pero a pesar de todo hay algunos detalles cuestionables que no escapan a la atención; como algunos de los actores. Hay una diferencia notable entre Tupah interactuando con su familia y Tupah interactuando con sus amigos lustrabotas. Algunos de los estrafalarios personajes son muy entrañables y algunos parecen Jared Leto en Suicide Squad. Por ahí dicen que la esencia de la historia y la inmersión a la cual se presta el espectador hacen que se disculpe un poquito el hecho que tal vez nuestro protagonista es un poco.... inexpresivo, tal vez incluso indiferente ante el grotesco carnaval urbano que desfila ante sus ojos pues es éste el centro de la historia y no tanto el personaje que es más una excusa para ir y venir por la ciudad. Discrepar con ésto sería como discrepar con Nolan en Dunkirk y no sé si estoy preparado para semejante herejía.... pero me voy a arriesgar principalmente por que, como dije, hay personajes asolutamente memorables, inolvidables y con una caracterización del carajo. El contraste es muy fuerte para pasarlo por alto.

Tampoco me gustaron mucho las escenas de pelea; o sea tampoco pido The Raid, pero...

Por suerte éstas cuestiones no logran opacar tanto el que sin duda es un triunfo más en la prolífica filmografía de Marcos Loayza y otra necesitadísima punta de lanza para el cine boliviano.

Por Emiliano Fernández y Martín Chiavarino

Averno (2018, de Marcos Loayza, Competencia Oficial Latinoamericana), por Martín Chiavarino

La noche de los muertos
Un estrafalario funcionario público le solicita a un joven lustrabotas de la ciudad de La Paz que encuentre a su tío Jacinto, un trompetista, para participar de las exequias de un policía fallecido. Tupah, el humilde joven, inicia así un desenfrenado y alucinatorio viaje por el inframundo de la capital de Bolivia, metáfora de un mundo en que lo fantástico y lo real se funden a través del velo de la noche.

Averno (2018) construye una historia frenética y mágica alrededor de las mitologías y leyendas andinas introducidas en la vida urbana, irrumpiendo la trama diurna para transportar al protagonista a otro mundo que lo subyace. Máscaras, monstruos mitológicos, pandillas y espíritus que buscan aprovecharse del desconcierto de Tupah son algunas de las pruebas que deberá pasar este joven en su extraviado y arduo camino al averno.

Marcos Loayza ofrece en su último largometraje una narración sobre la clásica construcción del héroe tras enfrentar y vencer los obstáculos que se le presentan en su rito de pasaje tamizada por las leyendas de la noche de los muertos como corolario y coyuntura que todo lo define dentro del universo del film. Lo que parece una trampa pasa a ser una travesía para encontrar el corazón de La Paz en su delirante y asombrosa noche. Averno es una obra de simbología andina con un gran guion que aprovecha al máximo las visiones fantasmagóricas de las sinuosas calles de la ciudad para crear una ilusión maravillosa sobre los caminos que conducen al infierno y la búsqueda de una salida del mismo a través de la introspección.

martes, 28 de agosto de 2018

Andrés Schinocca

De Hades a Supay o en busca de un cine sincrético. Averno (2018), de Marcos Loayza


Tupah, el joven lustrabotas que protagoniza esta historia, se embarca en una peripecia metafísica para encontrar y rescatar a su tío de las garras del inframundo. Para esto, su mundo se enrarece, le surgen amenazas  concatenadas en la geografía de una ciudad laberíntica.  A medida que la noche es más profunda, también se hacen más profundos los  antros en los que Tupah debe sumergirse.  Siempre seguido por una cámara con conciencia propia como impulsada por una fuerza divina, la cual adopta angulaciones exacerbadas, movimiento oscilante y encuadres enrarecidos. En este vértigo se plantea la película.  En un argumento simple, Loayza decide narrar a partir del campo semántico de la mitología inca o andina. Pero el relato en general no solo se abastece de esta simbología sino que se propone narrar con procedimientos modernistas, y no solo porque el cine en sí es el arte de la modernidad. Con un sonido ominoso, composiciones, situaciones y personajes del orden de lo  onírico, y con un montaje que abusa del falso raccord para construir y deconstruir  espacios laberínticos, podemos reconocer una influencia de las vanguardias de principios de siglo pasado, en especial el surrealismo.
En este marco Tupah se sumerge al mundo de los muertos, bajo una motivación poco consistente como una amenaza indeterminada por parte de un supuesto gánster. Si él no encuentra a su tío para el amanecer, sufrirá alguna represalia por parte de este gánster aparentemente ligado con la policía, a pesar de que en el transcurso de su aventura sufre amenazas, no solo extraordinarias sino también temerarias. De esta manera, con ciertas arbitrariedades argumentales, la película adopta un régimen casual, propio aunque no excluyente, del relato surrealista.
Dentro de esta idea de lo arbitrario o lo casual, podríamos ubicar la intención de narrar desde un cierto sincretismo.  Un sincretismo que aparenta ser tanto narrativo como cultural y mitológico.  Por un lado, la tradición de pensamiento occidental basada en la  mitología grecolatina, colisionando con la mencionada mitología andina. Loayza decide nombrar a la epopeya de Tupah, utilizando una palabra de origen latino que refiere al territorio que pertenece a los muertos. Averno, es el Reino de Hades para los griegos, o de Plutón para los romanos, o en caso de la mitología andina, podríamos relacionarlo con la deidad denominada Supay. La película toma el nombre que le designan los latinos, Averno y no Uku Pacha. A su vez que la peripecia de Tupah se organiza en distintas pruebas a resolver y enemigos como demonios dantescos a los que debe sobreponerse, la película está plagada de procedimientos y elementos que responden más a una escuela de vanguardia de entreguerras o al policial americano. Incluso utiliza, como dijimos, una estructura laberíntica y hasta un Minotauro que persigue a Tupah, figuras propias de la mitología griega. Sobre el final, previo a entrar en El Averno (bar "underground" que simboliza el inframundo), se le aparece en el camino a Tupah, un hombrecillo con rasgos anfibios que menciona al Jampatu, un demonio para la mitología andina, como también menciona a Hades. A su vez, lo interroga para permitirle el paso cual quimera griega. 
De aquí la propuesta del sincretismo, que no es la simple mezcla sino una amalgama, una doble copia de estas tradiciones. Producir algo de este enfrentamiento cultural y mitológico.
La cuestión aquí será pensar en si ésta doble copia o amalgama es posible cuando se plantea en un territorio parcial, como lo es el cine. Incluso pensándolo desde el punto de vista de nuestro mismo idioma. Aquí se complejizaría la cuestión ya que nos aparecería la oposición entre sincretismo o contradicción.  Generar algo nuevo a partir de la colisión simbólica o limitarse a utilizar imágenes y símbolos  de una mitología, una tradición, una cultura, para adornar un conjunto de elementos pertenecientes a otra tradición, que juntos compondrían una película. 
La diferencia podría residir en la intensidad. Para concluir, me voy a tomar el atrevimiento de establecer una analogía con un concepto del campo de la repostería. Equiparar densidades. Para hacer cremas mixtas o combinables, y en general cuando se usa gelatina para darle una consistencia determinada a la crema, es muy importante que la cantidad de gelatina necesaria para tal o cual receta, no sea introducida sola y de una vez a la preparación, ya que de esta manera solo nos quedarían grumos aislados con la consistencia deseada. En cambio hay que introducir una pequeña porción de la preparación a la gelatina líquida para poder mezclar y una vez integrado, introducir, ahora sí, esa mezcla a la preparación, ya con las densidades equiparadas. De esta manera la gelatina y la preparación se harían uniformes.   Se me dirá que no hay recetas para el cine, o la expresión. Puede ser, pero no creo que lo contrario a esto sea el sinsentido, más bien creo que si no hay recetas, hay conceptos. Tal vez nos sirva esta analogía para pensar, tal vez no.  Es una buena encrucijada en la que nos deja Averno.   
Andrés Schinocca