Sobre Averno (la última película del reconocido y galardonado director boliviano Marcos Loayza) diré que es “una genialidad fallada”. El argumento es simple, lineal y sobre todo carece de tramas secundarias. Esto lógicamente es deliberado por el director. Lo que esta muy bien, pero no atrapa al promedio de espectadores. Es una película huérfana. No porque no tenga padres -que a juzgar por los involucrados los tiene- si no porque no es para todos y solo una pequeña parte de los que vayan a verla se sentirá identificada, yo, por ejemplo.
ADVERTENCIA: Esto no pretende ser un spoiler de la película pero intencionalmente revela detalles de la trama para una mejor comprensión.
¿Por qué genialidad?
Principalmente por su sencillez. No ostenta nada, es directa y franca. Desde los primeros fotogramas plantea de que va la cosa, un sueño. Pero es esta sencillez, además de ser la belleza de su alma, es su principal fragilidad. Quien no esté embebido por la ritualidad andina, las tradiciones populares, los cuentos de abuela y las fantasías bohemias urbanas (habituales en las noches y madrugadas paceñas) sentirá que no sabe que es lo que está viendo y no hay de donde aferrarse, e irremediablemente terminará aburriéndose.
Hay escenas gloriosas, que me marcaron la retina y me hicieron sentir al borde de la butaca. Momentos en los que realmente disfruté la película y más aún, me concentré en ella. Entre esos momentos están las locaciones elegidas, que son de lo mejor que tiene Averno. La belleza de las mujeres que aparecen en los diferentes papeles de la obra de Marcos. La aparición o mención de ciertos personajes paceños; los detalles de la habitación de Jaime; la totalmente creíble actuación y personificación del “Lari Lari” y el “Anchancho” muy cómico y “buen tipo” el primero y sombrío, travieso y certero el segundo, excelentemente interpretados. Apropiada la participación de Adolfo, Kori y Cacho (y algunas apariciones de gente conocida que ni habló, pero la cámara les dio su momento y eso fue más que suficiente) ya en la escena en el bar Averno.
Mención especial la de haber reconocido a gente de Pacto Telúrico interpretando a los metaleros (en realidad son verdaderos metaleros) que ayudan a Tupah a escapar de los pandilleros que lo persiguen. Ya que como es sabido por muchos, los metaleros somos los enemigos naturales de los pandilleros y que mejor lugar para encontrar su ayuda que en una iglesia abandonada. Como buen metalero me ha parecido un toque veraz el de pintarlos de esa forma, puesto que por mucha pinta de seres oscuros y amenazantes siempre he encontrado que somos muy colaborativos y dispuestos a ayudar a quien así lo merece, es parte de nuestra filosofía y creencias.
Antes de verla una amiga que adoro y respeto totalmente me habló sobre la inspiración de Loayza en el universo de Lewis Carroll y su Alicia. Sin embargo, el resultado de Marcos me deja un sabor más a Guillermo del Toro y su Laberinto del Fauno. Y lo voy sintiendo en la diferencia de que Alicia viaja a un mundo fantástico mientras que Ofelia (Ivana Baquero, El Laberinto del Fauno) vive en dos realidades paralelas que poco a poco se fusionan en una sola, que es la transición que experimenta Tupah (Paolo Vargas, Averno) y que pienso que Loayza trata de hacer propia a los espectadores. Esta transición es propia de muchos de los bohemios paceños, de mayor o menor grado, que hemos experimentado el flujo nocturno paceño que te arrastra en una aventura de lado a lado, conociendo personajes extraños, situaciones inéditas, lugares que son otros bajo el amparo de las sombras y esa sensación de finalmente ver la luz del día para romper el encanto de la noche anterior.
Esa, es la base de la película de Marcos Loayza genialmente ambientada en el día perfecto (víspera de Todos los Santos o All Hallows Eve -Halloween-) para fusionar las tres pachas de la cosmovisión andina: Alax Pacha (el plano de los dioses y Achachilas -guardianes-), Aka pacha (el plano terrenal en que habitamos usualmente) y Manqha Pacha (el plano donde habitan los espíritus malignos y oscuros), las almas humanas viajan entre estos planos en días y horas específicos del calendario que los habitantes andinos llamamos Boca.
El final, igual de sencillo que el resto, requiere comprensión personal. Si solo viste la película tratando de no dormirte porque no te enganchaste a la trama pues no entenderás el porqué de los sapos, la máscara y la procesión. Quien sí, pues aplaude esa reafirmación de encuentro con uno mismo y cambio de perspectivas en la vida.
¿Por qué fallada?
Básicamente porque, aunque me ha parecido entretenida, reveladora, fantástica y muy personal, es lerda. Muy lenta. La sucesión de escenas requiere un ritmo más fluido. Eso es un detalle de la posproducción y el lenguaje que emplea el artista pero a mi me ha parecido así. Aunque es hermosa la fotografía de algunas locaciones y algunas escenas son cómicas y distienden no necesitamos perder tanto tiempo, esos segundos vitales hacen que la historia se enfrié y ya de por si no es algo que fácilmente emocione y atrape. Lo que hace que el espectador neófito se descuelgue y distraiga.
La selección de actores. Vamos, que hacer cine en Bolivia no es algo fácil lo sabemos todos, que cuesta un huevo en plata, tiempo y paciencia es otra certeza. Pero simplemente la actuación no es la adecuada en un 80% de los casos. No porque sean malos actores, no porque sea mala trama. Si no porque no son actores de cine, donde el ritmo de interpretación debe ser más natural, suelto y sinceramente creíble. Son actores de teatro, lo cual no es malo para nada, yo también hice teatro. Pero el teatro tiene otro ritmo, es mucho más sobre actuado, mentiroso, irreal y tenso. Cosa que simplemente no va para el cine y peor para lo que Averno pudo haber sido.
Salvo la ya de por sí mítica Rosa Rios (que aparte de estar y aparecer no hizo más) que fue mágico verla para quienes conocemos su trayectoria.
Hay escenas sublimes en detalles (los lustras y el encargo, la oficina, el combate “pandilleril”, la casa de Sáenz, el prostíbulo, la persecución en el Túnel y la aparición del Tata Santiago -genial pinta eso sí-, el ingreso al Averno, el combate final -acertada locación la cúpula de adobe-) que se ven opacadas por una actuación pobrísima (salvo el amigo de Tupah, que si estaba en personaje), mal ángulo para ocultar los golpes y heridas (¿no se podían golpear menos de mentiritas?), ¿Jaime no podría ser menos duro de actuación?, bellísima la prostituta y creíble, pero algo no encajaba (y eso que las conozco bien y de primera fuente como asiduo, amigo y pareja de algunas), los pandilleros pudieron haberse visto más rudos e intimidantes (o tal vez esa era la idea, burlarse de ellos disminuyendo su temeridad y ferocidad hasta volverlos caricaturescos) pero el Tata Santiago a caballo pudo haber hecho más que solo pintear, ahí si hubiera sido de agradecer efectos digitales o algo más impresionante que justifique aún más la corrida de los maleantes y las diabluras del santo. Lo de los guardias de ingreso al Averno me ha recordado a una escena de Piratas del Caribe (donde dos ineptos cuidan el cofre con el corazón de Davy Jones) pero también tiene su simbología de lucha interna, de quiero entrar pero yo soy la llave y el resto es solo distracción. Buen detalle, esta vez empalagosa actuación. Los Gordos, se llevan las palmas, esa escena esta muy bien lograda, en efectos, actuación y ritmo. Solo lamento que no hayan podido ser más gordos para darle un toque aún más mágico.
¿Y entonces qué?
Nada, vela. Si estas leyendo esto es porque tienes deseos de verla. Anda, ve a verla. No pretendo ser spoiler, pero esta obra es de las que necesitan manual de instrucciones para disfrutarla a cabalidad. Yo la he disfrutado, la he visto dos veces y la vería aún más con la compañía adecuada, tú por ejemplo.
La primera vez hice un desmadre de amistades variadas para que me acompañara quien yo quería que me acompañara (una única, bella y sensible mujer) y además tener diferentes puntos de opinión y observar reacciones entre ellos (amo experimentar con la gente sin que lo sepan) y hasta invité a Marcos Loayza a verla con nosotros (suena raro que el director vea su obra junto a desconocidos, pero también quería ver su reacción desde fuera de la producción) no se dio el caso debido a una falta de coordinación y malos entendidos con los que íbamos a verla. Al final Marcos optó por ofrecerse a una charla con todos los que quieran en algún café después de la película. La mayoría de los que asistieron no quiso y yo quería que viera la peli con nosotros y un café después.
En esa primera oportunidad asistimos una amiga prácticamente extranjera que no conoce nada de la cultura andina, sus tradiciones, ritos y creencias, mucho menos de la noche paceña o los bajos mundos que coexisten en ella a quien simplemente le aburrió y sentenció que Averno afuera no vende. Un adolescente (cuyas palabras fueron épicas: Por fin una película boliviana que no apesta.) Un par de parejas amigas, diametralmente opuestas en conceptos (una muy adepta a la literatura de Sáenz, Viscarra, el imaginario paceño y la cosmovisión andina y la otra más light y de diferente concepción social) y que tuvieron opinión coincidente a simple vista y viva voz: Decepcionante.
Y claro, yo fui a verla nuevamente solo para pulir ideas. Me volvió a gustar y desagradar al mismo tiempo y por las mismas cosas. Pero algo que si noté en todos los que la vieron y con quienes hablé es el: “ahhh ahora entiendo” y es por eso que escribo esta mi impresión sobre Averno.
Gracias por el arte Marcos, ¡me debes un café!